Como tratar la osteoartrosis (OA)
¿Tu mascota cojea al empezar el paseo o al levantarse tras estar un tiempo tumbado? ¿Ha dejado de tener ganas de salir a la calle, jugar o hacer ejercicio cómo lo hacía antes? ¿Le cuesta subir o bajar escaleras o subir y bajar del coche? ¿Está más irritable, inquieto, y ha cambiado su carácter? ¿Come menos?
Si ves que tu mascota presenta alguno de estos síntomas puede estar desarrollando una artrosis.
Si quieres saber más sobre la Osteoartrosis no te pierdas este post.
La osteoartrosis (OA) es una enfermedad degenerativa articular irreversible de carácter progresivo que afecta a las articulaciones sinoviales tanto en el perro como en el gato.
¿En qué consiste la OA?
La OA es una destrucción progresiva del cartílago articular. Y esta destrucción provoca una inflamación de la articulación, formación de protuberancias óseas y alteración del hueso subcondral (es el hueso que está en el borde de las superficies articulares).
Y ¿qué provoca la OA?
La OA provoca una pérdida progresiva de la funcionalidad de esa articulación debido al dolor y a la pérdida del rango de movimiento, lo cual impide que el animal se mueva con normalidad o cojee de la extremidad donde se encuentre la articulación. Esta pérdida de funcionalidad por dolor en una articulación va a afectar a las demás estructuras involucradas en el movimiento como son músculos, ligamentos y tendones. Además, habrá compensaciones del resto de articulaciones para intentar equilibrar la marcha del animal. Esas compensaciones pueden derivar en lesiones si no se tratan a tiempo.
En nuestro post: “¿Tu perro cojea?” puedes saber qué cosas observar en tu mascota para adelantarnos a esta patología y tratarla en etapas iniciales.
La sintomatología no evoluciona de forma lineal, sino que presenta oscilaciones de intensidad a lo largo del tiempo. El animal puede llegar a sufrir un dolor crónico intratable y una pérdida en la calidad de vida que puede derivar en casos severos a ser necesaria la eutanasia del animal.
En perros las articulaciones más afectadas son cadera, rodilla y codo, mientras que en el gato es la columna vertebral.
¿Qué factores predisponentes pueden favorecer la aparición de OA?
Hay patologías articulares que pueden conllevar a la aparición de OA en el perro como la displasia de cadera y codo, la osteocondrosis (fallo en la osificación del cartílago) de hombro, tarso y rodilla, las incongruencias articulares, deformidades angulares y lesiones en líneas de crecimiento, la luxación de rótula y las lesiones en los ligamentos cruzados. En el gato las patologías que más pueden provocar una OA son la displasia de cadera y la luxación de rotula.
El sobrepeso es otro factor de riesgo por la sobrecarga que soportan las articulaciones y porque favorece mal alineamiento de esas articulaciones, así como la aparición de sustancias proinflamatorias (adipoquinas).
El exceso de ejercicio o trabajo con traumatismos constantes en las articulaciones también favorecen la aparición de OA. Y lo contrario, es decir la inactividad física, favorece la degeneración del cartílago articular y atrofia muscular y tendinosa.
En el perro la OA suele ser secundaria a una patología articular primaria, sobre todo en razas con mayor prevalencia de enfermedades osteoarticulares del desarrollo en el cachorro, como el Labrador, Golden Retriever, Pastor Alemán, etc…
El diagnóstico precoz de la OA pasa por identificar las patologías articulares que pueden conllevar a su aparición e instaurar las medidas adecuadas con respecto a la rehabilitación, el control del peso y la terapia farmacológica para modular y retrasar el avance de la enfermedad.
¿Se puede controlar la evolución de la OA?
El sobrepeso y la sobreactividad física pueden acelerar el avance de la enfermedad y la presentación de los síntomas por lo que el control de peso y un plan de ejercicios individualizado, junto con el control del dolor, pueden modificar la evolución de la enfermedad. El manejo adecuado y exitoso de la OA requiere una actuación de por vida con una estrategia definida desde el momento del diagnóstico que involucre la rehabilitación y ejercicio físico, la dieta y el control de peso, y el control del dolor.
El síntoma principal de la OA es el dolor, pero muchas veces no es evidenciable por parte de los propietarios salvo en casos muy severos. Generalmente y en las fases iniciales de OA, la clínica va a ser prácticamente imperceptible y solo advertiremos cambios en el comportamiento del animal, como por ejemplo disminución a la tolerancia al ejercicio o menos agilidad a la hora de hacer ejercicios rutinarios: reticencia a jugar, dificultad para levantarse o subir y bajar del coche, o menor actividad en casa. Por desgracia la mayoría de las veces estos síntomas se asocian al envejecimiento natural de la mascota. Debe de quedar claro que la edad no es una enfermedad, pero que vivir con dolor crónico sí que lo es. Debemos vigilar qué conductas en la vida normal de la mascota han experimentado cambios, como, por ejemplo: jugar menos, cansarse antes al hacer ejercicio, disminución de la ingesta de comida, descansar más y sobre todo en gatos la pérdida de acicalamiento afiliativo. Pero también debemos estar atentos a la aparición de nuevas conductas como agresividad, miedos, fobias, conductas repetitivas. La agresividad puede ocurrir cuando el propietario intenta manipular al animal, cuando el animal interactúa con otros animales o cuando el animal hace ejercicio o movimientos que van a causarle un dolor extremo. Al sentir dolor en situaciones donde antes no lo sentía el animal asocia a esas situaciones y a los individuos involucrados con una experiencia negativa desagradable. Así el animal puede mostrar miedo o agresividad, aunque ya no tenga dolor, ante la posibilidad de que se den esas situaciones de nuevo. En gatos el dolor puede desencadenar conductas repetitivas de acicalamiento en la zona donde se siente o donde se refleja el dolor.
El tratamiento de la OA pasa por un enfoque multimodal y global que abarca todos los aspectos asociados a la enfermedad. Centrarse en un único aspecto, como el farmacológico sin tener en cuenta los demás (rehabilitación, dieta) supone un fracaso seguro.
Las terapias farmacológicas deben contemplar la inhibición de la sensación de dolor según en qué fase de desarrollo de la OA estemos. En fases iniciales quizás con un solo producto más un manejo de la actividad física y el control del peso sea suficiente. Pero como es un proceso crónico y degenerativo, y que no progresa de forma lineal, sino que tendremos agudizaciones dentro de un proceso crónico, la mayoría de las veces un solo producto farmacológico no será suficiente. Cuando un dolor se perpetua más de un mes se convierte en dolor crónico y se produce un fenómeno de neuroplasticidad (capacidad para crear conexiones nuevas como respuesta a un estímulo, en este caso al dolor) a nivel del sistema nervioso central y es necesario a largo plazo implantar una terapia que nos revierta los efectos del dolor crónico y conseguir una respuesta favorable de toda la patología crónica asociada a ese dolor.
La terapia funcional o rehabilitación va a consistir en un plan de ejercicios que van encaminados a modificar la actividad física para evitar dañar las articulaciones afectadas por OA pero manteniéndolas activas. También se deben tener en cuenta las compensaciones funcionales del resto de articulaciones y de la marcha, para corregirlas. Este plan de rehabilitación debe ser regular, frecuente, de bajo impacto, sobre superficies uniformes, pero de bajo impacto, repartido a lo largo del día, y personalizado para cada paciente. El objetivo es mantener la mayor funcionalidad y movilidad posibles pero adaptadas a las necesidades y posibilidades de esa articulación afectada de OA. La inactividad nos va a provocar mayor degeneración del cartílago articular, atrofia muscular, de tendones y ligamentos que nos va a desencadenar una inestabilidad articular mayor produciendo más inflamación y dolor. Se deben realizar ejercicios cardiovasculares, como el paseo, de 20 a 30 minutos de duración 3-4 veces al día, para mantener el tono muscular y la flexibilidad articular, sin fuertes incrementos (como máximo un 20% más que la semana previa), homogéneo y regular (igual todos los días), sin forzar al animal más allá del límite que provoque la aparición de síntomas clínicos. Pero además debemos realizar ejercicios específicos de fuerza y resistencia muscular, como el que se hace dentro de la cinta acuática. También son imprescindibles los ejercicios de elasticidad y estiramientos, así como una tabla de ejercicios de propiocepción de 2 a 3 veces por semana. Con todos estos ejercicios vamos a controlar el dolor articular y vamos a mantener en forma las articulaciones y estructuras asociadas a ella.
Dentro de la rehabilitación vamos a usar terapias físicas como coadyuvantes al tratamiento del dolor, de la inflamación y de la regeneración articular. La primera sería la termoterapia superficial que penetra hasta 2 cm de profundidad por lo que solo podremos usarla en articulaciones que se encuentren a esa profundidad. Utilizaríamos frío en la fase aguda de la enfermedad entre 10 y 20 minutos de 3 a 5 veces al día. Y utilizaríamos calor previo a manipulación manual 10-20 minutos para prevenir contracturas musculares, aumentar circulación sanguínea y mejorar la flexibilidad de los tejidos blandos y de la articulación. El TENS y otros aparatos de electroterapia modulan la sensación del dolor subiendo el umbral de percepción del dolor. El LASER modula la sensación de dolor por la liberación de endorfinas e incrementa la recuperación del tejido por el aumento de la circulación sanguínea y tiene un efecto antiinflamatorio por disminuir la producción de prostaglandinas. La Magnetoterapia modula la sensación de dolor cambiando el potencial de reposo de la membrana neuronal y tiene un efecto antiinflamatorio por aumento de los glicosamicoglicanos. La Radiofrecuencia puede estimular la proliferación de células madre y de los condrocitos regenerando en cartílago articular, así como incrementando la temperatura del tejido dañado y su aporte sanguíneo.
La terapia nutricional se basa en dos aspectos. Por un lado, evitar el sobrepeso ya que se disminuye el riesgo de sufrir OA y se disminuye la severidad de las lesiones. Y por otro lado apoyando al tratamiento médico con dosis altas de EPA y DHA (ácidos grasos omega 3), ya que permite reducir la dosis y frecuencia de antiinflamatorios. Evitar el sobrepeso y suplementar una dieta rica en EPA y DHA, permite disminuir el dolor, mejorar la movilidad y los signos clínicos.
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